La era y no la era, yo, esa niña aquella chica aquella mujer aquella señora. La era y no la era, vestida de hilo y seda, vestida de lana y algodón, tafetán y sarga y raso, endomingada cuando tocaba y cómo tocaba y entonces a punto por los días que se desvestian uno tras otro en la plaza de un pueblo que todavía está, que ha aprendido a estar ahí sin que esté yo, que huí hace tanto, huir tampoco, un transito sólo, un viaje incierto. La era y no la era, aquella niña, la soy todavía cuando encuentro el olor escondido en la puntada que quedó para hilvanar entonces y se ha quedado sábana, bandera de una identidad para escribir, para reescribir, prescrita y suficiente. Quizá la recuerdo o quizá la invento o quizá me viene a buscar si el armario me abre la puerta, un bocanada obligada, el olvido de una blusa que fue fiesta, un calcetín que detuvo un escalofrío compartido, un vestido de arrepentimiento que ya no me entraría, todo lo contrario, que me sería en balde en cada curva de una carne que ya no admitiría reproche, aventura, consuelo, sino cobijo mío y de nadie que no me supiera ver única por doméstica y salvaje. La soy y no la soy nada, como soy las demás, todas las demás, todas y cada una. Hijas, primas, madres, las abuelas de las cuñadas, las vecinas de las vecinas, compañeras de un trazo parecido u oscurísimo lejanas porque no encontraría un solo pliegue que coincidiera más allá del pliegue mismo, del hecho de plegarse reunidas en la cerca de un fuego encendido. Luz y calor, pero fuego a la postre que todo lo quema y hace de las cenizas materia confundida, sucia la falda el pañuelo de cuello la cinta por el cabello hecha de hollín ahora que la noche se acaba y queda a la vista lo invisible, la intemperie compartida de no saber si la era o no la era, si todavía la soy, si la volveré a ser o si la seré nunca aquella que no sé si fui. Si la serás tú, si la eres tú o no la eres en absoluto. Volvemos al baile, hacemos que se derrumbe la plaza, que nos mire todo el mundo, que sepan que cantaremos siempre que nos plazca y que beber si tenemos sed. Vamos a bailar. Que lo que no sabemos ya no valdrá la pena aprender. Que lo que hemos aprendido ya no será necesario saberlo. Siento la música, la canción más bonita del mundo nos espera.
Daniel Recasens Salvador.
Todas Manchegas.
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